11 de noviembre de 2009

Las cuatro esferas encantadas

Dedicado a mi nieta Abril.
Preciosa muñeca, que pronto llegara a nuestros corazones.

“De Xochimilco la trajo un guajalote”.*
Así dice la tradición cultural Mexicana.


En un país detrás de las montañas, tan lejos, que quien se subía a ellas no alcanzaba a verlo; existió un magnifico reino rodeado por lagos azules de agua cristalina, extensas praderas de flores rojas y amarillas y donde los pájaros cantaban las mas dulces melodías.
En ese lugar encantado llamado “Sospir” había un enorme castillo, con varias torres que elevaban al cielo cúpulas color turquesa y donde vivía la más bella de las princesas, llamada Abril.
Fue bautizada así, porque los magos y sabios del reino, predijeron que esta hermosa criatura tendría un don especial de simpatía y sensibilidad para atraer la confianza de los demás.
Abril fue creciendo con un espiritu libre, corriendo por los caminos de la comarca, compartiendo con todos los que habitaban los alrededores y dando alegría a todos los que la trataban.
En la vida de Abril había un personaje especial; su burro Pulecio, que desde chico se había convertido en su más fiel compañero.
Pulecio nunca creció, ni en estatura ni en temperamento y seguía siendo travieso y juguetón. Tenía unas orejas largas y la parte interior eran como copos de algodón y al caminar movía para todos lados. Tanto Abril como Pulecio parecían tener su propio idioma, pues cada vez que el burro estaba de acuerdo con algo que le preguntaban, empujaba a Abril con su trompa dejando sus mocos en la parte de atrás de su vestido.
Cierto día mientras caminaban, Abril y Pulecio, divisaron a un viejo que traía un costal a sus espaldas. Se veía bastante cansado y al parecer venia desde muy lejos. Se sentó bajo un árbol a la vera de la carretera, mientras la princesa y su compañero orejón se acercaron para saludarlo, al no conocerlo, preguntaron de dónde venia.
El anciano les contestó que traía un encargo para alguien especial, pero que no sabia quien era esa persona. Había caminado durante años y años buscándola, pero al parecer no era fácil dar con ella. Abril se mostró intrigada y miró a Pulecio buscando una solución.
El viajero explico que el costal, aunque solo contenía cuatro esferas, era muy pesado.
- ¿De qué son? pregunto Abril.
Por primera vez en años, el anciano sintió que podía confiarse en esta hermosa jovencita que encontraba por casualidad y le confió lo que sabia:
-Las cuatro bolas representan las mas importantes virtudes que todos los hombres debemos cargar a lo largo de la vida. Para algunos son mas livianas, para otros demasiado duras y pesadas. No solamente se les hace difícil su caminar, sino que les quita el suspiro de su existencia.
Para Abril estas cosas eran totalmente ajenas. Interesada por conocerlas, insistió al desconocido que le enseñara.
Pulecio enderezo sus orejas y posó su anca en un tronco que había a su lado, también intrigado por conocer lo que había dentro de la bolsa y no estaba dispuesto a retirarse sin que le compartieran el secreto.
El viajero se acercó al costal y con dificultad comenzó a desanudar la cuerda que amarraba el atajo, dado que en tantos años nunca lo había hecho.
Pero de pronto algo lo detuvo y miró a Abril a los ojos, con cierta duda de estar haciendo lo correcto y le dijo:
- Ya estoy muy viejo y no creo poder cumplir con mi misión. No puedo seguir cargando este costal, ni caminando con su peso a mis espaldas. Por lo tanto te lo dejo. Tu sabrás que hacer con el. Solo te diré que la fuerza para mover las esferas esta dentro de ti.
Con dificultad se levanto apoyando su vara contra el suelo y sin decir una palabra mas, se alejo lentamente por el camino hasta perderse de vista.
Abril y Pulecio no sabían que hacer. Se acercaron al bulto y al tratar de moverlo comprobaron que efectivamente era bastante pesado. Al terminaron de desanudar el nudo de la cuerda, con temor, ambos miraron dentro.
Para su sorpresa las cuatro esferas emitían una poderosa luz de distintos colores y todas titilaban al tiempo. Abril metió la mano y sin dificultad pudo sacar la primera de las bolas, la puso sobre la grama y vio que era la “ilusión”. Sacó la siguiente, comprendió que era “alegría” y luego la tercera, esta era “aceptación”. Por ultimo metió la mano para sacar la cuarta esfera y se dió cuenta que era mas pesada que todas las demás, pues no lograba sacarla del costal. La miró de nuevo, sin comprender lo que pasaba. Era tan pesada como un árbol aferrado a la tierra por sus raíces y constantemente emitía una luz poderosa.
Tanto Abril como Pulecio intentaron arrastrar el costal, a pesar que se esforzaron, no consiguieron moverlo. Ambos, eran conscientes y no podían abandonar algo tan precioso que les había encomendado el viejo, por lo tanto, resolvieron no moverse y quedarse ahí sentados hasta que apareciera alguien que les pudiese ayudar.
En el castillo se preocuparon mucho al ver caer la noche y darse cuenta que Abril no regresaba de su paseo. Por lo tanto el Rey envío su guardia especial a buscarla por todos los caminos.
Estos eran los hombres más diestros y leales de su ejército. A toda prisa se armaron de antorchas y cuernos para anunciar su búsqueda por cuanta trocha se presentaba
a su paso.
Finalmente, al cabo de unas horas la hallaron dormida placidamente sobre el lomo de Pulecio, quien roncaba atronadoramente, haciendo que los conejos de los montes se asomaran con recelo por detrás de los árboles para observar tan curioso espectáculo.
La joven cuando abrió los ojos se vio rodeada de varios hombres y alarmada se puso de pie rápidamente. Claro esta, que Abril conocía bien a cada uno de ellos, quienes la habían visto crecer y alegrar la vida del castillo, por lo tanto, habiendo recobrado la calma, les explicó lo sucedido en procura de que le ayudaran a mover el costal.
Uno por uno fue intentándolo sin lograr conseguir que se moviera un poquito. Ahí, anclada la bolsa seguía emitiendo miles de luces de colores. Alarmados todos con la situación, insistieron que dejara el bulto y regresara con ellos al castillo. Pero Abril y Pulecio no dieron señales de querer moverse.
Así pasaron los días y semanas. El rey y la reina quienes adoraban a su joven hija, se sentían muy agobiados con la situación y no sabían que hacer. Mandaron traer a los hombres mas fuertes de la provincia para que intentaran mover el saco, pero todos desistían rápidamente de su empeño.
Pulecio ya comenzaba a sentir que su barriga le sonaba y pensaba en la suculenta comida que le daban en el castillo. De cuando en cuando, empujaba la espalda de Abril con su hocico, con la esperanza que ésta se animara a continuar su camino y regresara al hogar.
Un día, Abril vio a lo lejos la sombra de una figura que se acercaba, a medida que se iba aproximando, distinguió la silueta de un hermoso caballo blanco, que al galopar ondeaba su crin en forma de bandera. No alcanzaba a reconocer al jinete y le parecía raro, dado que conocía a todos los lugartenientes de la zona.
Lo siguió con atención, observando cada movimiento del joven caballista que cobraba mayor definición a cada paso. Súbitamente, sintió que su piel se erizaba, la temperatura de su cuerpo se alteraba de manera continua y su corazón palpitaba desenfrenadamente. Se dio cuenta que no podía dejar de mirarlo y por primera vez en su vida, experimento un sentimiento parecido a las luces brillantes que emitían las esferas. Aun cuando para ella era un sentimiento extraño, no deseaba alejarlo de su interior.
El joven mientras cabalgaba, la vio bajo el árbol y supo desde ese mismo momento, que era el ser mas bello y noble que jamás hubiese visto. Un sentimiento de temor lo invadió al pensar que ella lo pudiese rechazar, de modo que fue reduciendo su paso hasta que estuvo frente a ella. De un salto bajo del corcel, hizo una gran venia y la saludo cortésmente.
Por un momento solo hubo silencio. Los dos se miraron a las caras y apareció una sonrisa en sus rostros. Se podría decir que era el destino de dos almas que se unían en sus caminos.
¿Será este un caso de amor a primera vista, que los cupidos ansían procurar?
Ninguno de los dos se atrevía a iniciar la conversación y sintieron que las palabras no eran necesarias para comprender lo que uno al otro quería expresar. Pulecio rebuzno, sin tener claro si era una queja o un sentimiento de alegría y ante ese llamado de atención, Abril le refirió al joven lo que había sucedido; la historia del anciano que había encontrado en el camino, las esferas que emitían luces de colores y la dificultad en poder mover la cuarta bola que se encontraba dentro del costal.
El joven estaba embelezado con ella, mientras la escuchaba narrar su historia y sintió un impulso divino sin poderse contener; se acerco a la joven, la atrajo hacia si y la besó suavemente.
Fue un momento mágico, que solo algunos seres afortunados experimentan en la vida. Ambos percibieron que sus corazones emitían las mismas palpitaciones. Luego el joven tomó el saco y sin ningún esfuerzo, lo levanto y se lo entregó a su nueva amiga.
En ese momento Abril comprendió las sabias palabras que el viejo le había referido, entendiendo que la cuarta esfera era el “amor” y que cuando una persona goza de ese estado, todo en la vida es mas ligero, mas fácil de cargar y más bello a los ojos de quien lo posee.
Luego, seguidos por Pulecio, los dos regresaron al castillo. Al verlos llegar el Rey y la Reina mandaron a preparar una fiesta como nunca antes se había dado en el reino.
Pronto supieron que el joven que había rescatado a su adorada hija, era el más noble de los príncipes de un país lejano, que había emprendido su camino en busca de su sueño.
Poco después, Abril y el príncipe se casaron y fueron felices para toda la vida, llevando con ellos la compañía de su juguetón burrito.

Fin


Mayo 2009

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