Te espero junto al remanso del río, igual que hace unos días, unas semanas y unos meses. Ha sido nuestro destino oculto, un sublime secreto que hemos resguardado de familia y conocidos. Nadie comprendería nuestra pasión y el encanto que dan al alma nuestros besos. Añoro los instantes que estoy contigo, tus dulces labios deslizándose sobre mi cuello y tu cabellera negra sobre mi pecho. Nuestros cuerpos adquieren la ondulación del agua que recorre el río, las notas líricas que emite la flauta, la misma eternidad que tiene el cause.
Nada impide entregarnos el uno al otro y esta gracia divina atraviesa nuestra voluntad con una espada, dando vida a nuestra inspiración, al igual que la turbulencia de las aguas del arroyo cuando desbordan con furor por senderos desconocidos.
La naturaleza se hace cómplice de nuestro secreto. Los pájaros anuncian el éxtasis que recorre nuestra carne y los árboles se mecen caprichosamente acentuando el furor de nuestro amor.
Fue en este mismo sitio tu primera vez. Lo confesaste después de cerrar tus ojos y permitir que yo percibiera tu felicidad a través de tus murmullos.
Nos apretamos fuertemente, nos apretamos con la esperanza de prolongar nuestras vidas en ese mismo instante, nos apretamos para impedir que algo pudiese arrebatarnos la felicidad. Ya no había mas espacio, no había historia, no había culpa.
Al verte crecer, jamás pensé que serias mía. Llegabas con los tuyos de vacaciones a estas tierras de tu familia que yo cuidaba. Me esmeraba siempre en sembrar tus violetas, con la esperanza de que sus pétalos te oficiaran mis sentimientos.
Nuestras miradas eran fugases, aun así, en cada una siembras la ilusión de vida y comencé a sentir que el cielo y la tierra se fundían en uno solo, perdiendo conciencia de la realidad. Mis sueños me llevaban a lugares deliciosos, donde sentía tu perfume y tus manos empuñaban la fuerza bruta de mis sentidos. Nuestros sueños se fueron entrelazando en una misma verdad, como quien obedece a un mandato divino, desencadenando un impulso incontrolable de pasión.
Te confieso que hay fantasmas que persiguen mis noches cuando pienso que estas con él. Ese novio inocente a quien sólo les has brindado tu sonrisa y añora con vehemencia que un día le dispenses algo más de ti. ¿Me dejaras? ¿Será ese mancebo quien después de tantas lunas, esperanzado y paciente, inmaculado y sin malicia, el que se quede con tu fuego?
Deseo que el tiempo se detenga. Se estacione y no permita que las manecillas del reloj juegue con nuestras vidas; que las aguas del arroyo se inmovilicen y no permitan a mi conciencia conocer otra verdad, que no sea la nuestra.
Abril 2009
Nada impide entregarnos el uno al otro y esta gracia divina atraviesa nuestra voluntad con una espada, dando vida a nuestra inspiración, al igual que la turbulencia de las aguas del arroyo cuando desbordan con furor por senderos desconocidos.
La naturaleza se hace cómplice de nuestro secreto. Los pájaros anuncian el éxtasis que recorre nuestra carne y los árboles se mecen caprichosamente acentuando el furor de nuestro amor.
Fue en este mismo sitio tu primera vez. Lo confesaste después de cerrar tus ojos y permitir que yo percibiera tu felicidad a través de tus murmullos.
Nos apretamos fuertemente, nos apretamos con la esperanza de prolongar nuestras vidas en ese mismo instante, nos apretamos para impedir que algo pudiese arrebatarnos la felicidad. Ya no había mas espacio, no había historia, no había culpa.
Al verte crecer, jamás pensé que serias mía. Llegabas con los tuyos de vacaciones a estas tierras de tu familia que yo cuidaba. Me esmeraba siempre en sembrar tus violetas, con la esperanza de que sus pétalos te oficiaran mis sentimientos.
Nuestras miradas eran fugases, aun así, en cada una siembras la ilusión de vida y comencé a sentir que el cielo y la tierra se fundían en uno solo, perdiendo conciencia de la realidad. Mis sueños me llevaban a lugares deliciosos, donde sentía tu perfume y tus manos empuñaban la fuerza bruta de mis sentidos. Nuestros sueños se fueron entrelazando en una misma verdad, como quien obedece a un mandato divino, desencadenando un impulso incontrolable de pasión.
Te confieso que hay fantasmas que persiguen mis noches cuando pienso que estas con él. Ese novio inocente a quien sólo les has brindado tu sonrisa y añora con vehemencia que un día le dispenses algo más de ti. ¿Me dejaras? ¿Será ese mancebo quien después de tantas lunas, esperanzado y paciente, inmaculado y sin malicia, el que se quede con tu fuego?
Deseo que el tiempo se detenga. Se estacione y no permita que las manecillas del reloj juegue con nuestras vidas; que las aguas del arroyo se inmovilicen y no permitan a mi conciencia conocer otra verdad, que no sea la nuestra.
Abril 2009
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